En un rapto místico, A escribe unos garabatos en la página. Había leído con anterioridad unos fragmentos juzgados ininteligibles. Miró con destreza inusitada aquellas cadenas con picos y depresiones como si se le hubiese revelado un arcano. Creyó con suma vanagloria que en sí podía gestarse el embrión de la poesía. Divinamente, tomó la pluma y garrapateó unas palabras. Su conocimiento de gramática , ortografía y del mismo sistema de la lengua era pobre , más bien nulo. Apenas sabía hilar algunas frases. Luego de parir , rió. La mística se calzó los velos y el manuscrito fue trizado.
El hado que deambulaba por entre bambalinas, salvó el proyecto de la hoguera. Sus brazos lo depositaron en alguna oficina. Allí se desangraba cada tarde, un crítico literario. Por años había intentado descubrir alguna novedad formal, temática (lo que fuera) para salvar su yerma carrera.
Sus ojos se encogieron al leer la obra que, fuerzas desconocidas, posaron en su escritorio. Pero qué maravilla. La fragmentación lingüística en su apogeo, la violación máxima a las reglas de la opresora gramática, la caída de la academia. Aquel elixir subversivo lo llevaría a la gloria. Toda la literatura derribada. Años más tarde, A, quien jamás había salido de su capullo, sería entronizado como la vanguardia poética.
El hado que deambulaba por entre bambalinas, salvó el proyecto de la hoguera. Sus brazos lo depositaron en alguna oficina. Allí se desangraba cada tarde, un crítico literario. Por años había intentado descubrir alguna novedad formal, temática (lo que fuera) para salvar su yerma carrera.
Sus ojos se encogieron al leer la obra que, fuerzas desconocidas, posaron en su escritorio. Pero qué maravilla. La fragmentación lingüística en su apogeo, la violación máxima a las reglas de la opresora gramática, la caída de la academia. Aquel elixir subversivo lo llevaría a la gloria. Toda la literatura derribada. Años más tarde, A, quien jamás había salido de su capullo, sería entronizado como la vanguardia poética.